“Prepárese para quedar hechizado por el encanto de Arequipa, su solemne arquitectura e impactante geografía.”
Arequipa lo espera con los brazos abiertos y la mesa servida.
El menú es variado. A los pies del Misti se acurruca la melancólica campiña y una ciudad blanca como el sillar con que están hechos sus principales edificios.
Declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, la Ciudad Blanca ha sabido preservar su magnífica herencia colonial, al punto que es posible realizar trámites bancarios en antiguas casonas de gran belleza arquitectónica. El centro de la ciudad es particularmente hermoso, con su corazón de sillar moldeado en armoniosos arcos, fachadas, y cúpulas. La gente es afable y conversadora bajo el volcán Misti. Hay 340 días de brillante sol al año. Y la exquisita plaza de armas ha sido tomada por inquietas palomas, lo que demuestra la hospitalidad de sus gentes. La cordillera de los Andes tiene una poderosa presencia en el departamento de Arequipa, incluso las montañas llegan hasta el mismo océano en Ático, zona costera de preciosas playas. En Chala, la costa más próxima al departamento del Cusco, los incas han legado excepcionales ciudadelas de piedra frente al mar. Y así como hay grandes nevados, también existen profundas cicatrices de tierra: como Cotahuasi y el Colca, fértiles valles con andenerías y prodigiosas campiñas que luego adelgazan y desaparecen en impresionantes cañones, de los más profundos del mundo, poblados por gente amable, viento y muchos camarones. El bello Santuario Nacional Lagunas de Mejía, con más de setenta especies de aves migratorias, es la única estación que queda intangible en más de dos mil kilómetros de costa. Arequipa, por si fuera poco, tiene una notable y diversificada gastronomía, llena de olores y hervores, como su magnífica campiña y sus altivos volcanes.
“Contemple las aguas interminables del Titicaca y descubra la belleza de sus festivos pueblitos de mil colores.”
Desde el barco Yavarí, anclado en la bahía, en las tersas aguas del lago Titicaca, es posible tener una excelente vista de la ciudad de Puno, con las calles subiendo por los cerros, acariciando sus cumbres, tratando aparentemente de llegar al cielo (ese otro gran lago).
Uno llega a Puno con una mirada y sale con otra, más auténtica y permanente. Tal vez sea la apabullante presencia del Titicaca, cuyas centelleantes aguas originaron milenarias leyendas. O de repente las magníficas chullpas de Sillustani. El esplendor de sus iglesias es igualmente difícil de olvidar, como la de Santo Domingo, en Chucuito, que data de 1534, la primera y más antigua del altiplano. Y es posible también que el encanto de Puno resida en su gente, en su discreción, pero también en su alegría, y en la forma leal de recibir a los visitantes. O en todo esto junto. Puno es una tierra que nunca deja de dar sorpresas. Quizás, por sus tejados de aluminio, que compiten en luminosidad con el azul acero del Titicaca o por ser una ciudad que aún mantiene vivo ese aire provincial, su alma aymara y quechua, y una legendaria vinculación con su máximo tesoro, el lago sagrado de los incas y sus magníficas islas, donde la magia en la atmósfera brinda a los ojos de los visitantes un brillo especial. Pero no todo es contemplación, Puno se mueve casi todos los días del año. Es difícil que no haya una fiesta, como la incomparable Candelaria, remeciendo el aire cargado del altiplano. Con fastuosas vestimentas, disfraces y máscaras, los danzantes se contorsionan al ritmo de la música que brota de bombos y zampoñas, como agradeciendo a la tierra, y al cielo, por las bondades de este inigualable lugar al borde del Titicaca.
“Despierte sus sentidos y goce plenamente de un verdadero paraíso de biodiversidad.”
Que nuestra Amazonía hace del Perú uno de los principales países megadiversos, no es ningún secreto. Que en sus impresionantes áreas naturales nos aguardan muchos y apasionantes secretos, tampoco.
Asistir al espectáculo de nuestra riqueza natural en toda su magnitud, tal y como se da en Madre de Dios, es algo realmente único en su género. Y, a decir verdad, no puede esperarse menos de este exótico lugar, que reúne en su profundo territorio algunas de las más bellas áreas naturales del país. El Parque Nacional del Manu es uno de los laboratorios y albergues de vida silvestre más venerados de todo el planeta. Y no es para menos, pues al interior de inquietantes paisajes subtropicales, ve desarrollarse una ingente variedad de especies animales y vegetales, muchas de ellas en peligro de extinción. Descubrir, por ejemplo, que en Manu conviven más de 800 especies de aves, alrededor de 200 clases de mamíferos, o incluso más de un centenar de variedades de murciélagos, es algo sencillamente apasionante. Pero la sensible belleza en Madre de Dios parece no agotarse nunca. A pocos minutos de Puerto Maldonado, su cálida ciudad capital, nos emociona saber que la Reserva Nacional de Tambopata nos depara nuevas sorpresas. Con un territorio menor al del Manu, esta reserva tropical es también toda una joya de biodiversidad y cuenta con excelentes albergues con todas las comodidades. Impresionante las variedades de aves, mamíferos, reptiles, anfibios, peces y mariposas que se descubren al sumergirse en este paraíso, y que nos hacen reconocer que el Perú no es sólo un país megadiverso. Es un país diseñado para los cinco sentidos.
“Maravíllese al visitar el ombligo del mundo, la ciudadela de Machu Picchu y sus extraordinarios caminos.”
Además de Machu Picchu, Cusco cuenta con otras maravillas. Para empezar, una ciudad fantástica, ricas manifestaciones culturales, y otros extraordinarios complejos arqueológicos desperdigados en una admirable geografía.
El impecable diseño arquitectónico, junto a ese aire a historia contenida, hacen del Cusco una de las ciudades más seductoras del planeta. Radiante de día, la plaza de armas se viste de gala al caer la noche, con sus tenues luces amarillas alumbrando las hermosas arquerías y las imponentes fachadas de la Catedral y de la Compañía de Jesús.
Apenas uno abandona el Cusco, se ve envuelto en una especie de fantástico parque temático inca que tiene impresionantes construcciones como Sacsayhuamán, con piedras de hasta 9 metros de altura y 350 toneladas de peso, monumentos sagrados como Qenko, y hasta los popularmente llamados Baños del Inca o Tambomachay, un exquisito lugar de culto al agua.
El Valle Sagrado de los Incas es un encantador escenario natural. Por las montañas descienden armónicas andenerías incas, un aroma a pan hecho en horno de barro se instala en el ambiente, mientras que las plantaciones de maíz se ondulan con el viento. Bajo el intenso azul del cielo, surgen pintorescos pueblos como Písa, Yucay y Ollantaytambo, con notables palacios incas en sus alrededores.
Machu Picchu, ciudad eterna, nos acerca a un mundo intacto, donde la historia yace en cada rincón y cada piedra. Pero Choquequirao, recién abierta al turismo, es también una ciudadela inca que quita el aliento. En el Cusco la palabra mística cobra su verdadero sentido.
“Conozca Ayacucho, recorra sus iglesias y llévese un recuerdo de las extraordinarias manos de sus artesanos.”
Llamada la Capital de la Artesanía del Perú, por sus coloridos y elaborados retablos, y la belleza de las tallas en piedra de Huamanga, en Ayacucho pueden también encontrarse excelentes trabajos de cuero repujado y hasta cuernos burilados que representan escenas campestres.
Bautizada como Ayacucho por el libertador Simón Bolívar, casi todos insisten en llamarla por su nombre primigenio, Huamanga. Cordial y apacible urbe, donde se puede buscar a Dios en su rosario de iglesias, charlar bajo el fresco de sus patios solariegos, y distraer al hambre con las chaplas, pan tradicional carente de migas. La plaza principal de Ayacucho es única en el Perú por estar rodeada de arquerías de piedra en sus cuatro costados. Algunos monumentos como la iglesia de San Cristóbal datan del lejano 1540, año de la fundación de la ciudad.
Y, aunque en los últimos años han asomado restaurantes modernos en las adoquinadas calles del centro, destacan algunas viejas casonas que guardan correspondencia con la bella arquitectura religiosa. Es difícil no sentir un estremecimiento en el Santuario Histórico de la Pampa de Ayacucho, al encontrarse de golpe con la historia en ese extenso pastizal natural donde en 1824 se sellara la Independencia del continente americano. Y, a pocos minutos, el pueblo de Quinua, con sus casas blancas y sus calles dormidas, nos devuelve nuevamente la tranquilidad para apreciar serenamente el trabajo experto de artesanos que perpetúan la tradición alfarera de los antiguos Wari.
“Devele el misterio de los antiguos habitantes del desierto y su sorprendentes técnicas que resistieron el paso del tiempo.”
La cálida tierra sureña está colmada de efervescente tradición, encantadores parajes de vida silvestre y de las huellas de importantes culturas del antiguo Perú, como lo fueron Nasca y Paracas.
Los desiertos de Ica son una auténtica caja de sorpresas. Como las Líneas de Nasca, un enorme misterio aún no resuelto, pues a pesar de los trabajos de la doctora María Reiche, que estudió este legado del antiguo Perú durante 50 años y el esfuerzo de otros investigadores, todavía no hay una explicación clara de por qué los dibujos estilizados de animales (diferentes aves, un mono, una araña, y una ballena, entre otros) y vegetales sólo pueden apreciarse desde el aire. Pero ahí no acaba todo. La milenarias figuras se siguen multiplicando incluso más allá de Nasca, como lo demuestran los geoglifos hallados en Palpa. Bajo la piel del desierto, asoman más sorpresas: fósiles de inmensos tiburones y pingüinos prehistóricos están siendo rescatados cerca de Ocucaje. Y frente al Océano Pacífico, El Candelabro, gigantesco bajorrelieve, es otro enigma por descubrir. El seductor legado prehispánico tiene también, a un suspiro de Nasca, dos vestigios arqueológicos sorprendentes: Cahuachi, una serie de pirámides, donde se han hallado textiles pintados a mano; y Cantayoc, acueductos subterráneos de piedra aún en uso. Ica, la ciudad capital del departamento, está también llena de exquisiteces, expresada en su gloriosa tradición de soberbios piscos y vinos.
Como si fuera poco, Ica alberga en la Reserva Nacional de Paracas a uno de los mejores refugios de vida silvestre de la costa peruana; lugar predilecto de lobos marinos, pingüinos de Humboldt, flamencos y paradisíacas playas. Paracas es un lugar de estremecedora belleza paisajística y natural que vale la pena conocer. En resumen, una auténtica caja de sorpresas.
“Recorra los caminos que conducen a la exuberante selva peruana. Y disfrute los contrastes de su fantástica geografía.”
Pocos saben que muy cerca de Lima se despliega, en un terciopelo verde erizado de montañas y ríos encabritados, una selva exuberante con atracciones turísticas realmente notables.
El camino en sí (no hay aeropuerto comercial en esa zona) es muy interesante. A solo dos horas de Lima uno ya puede apreciar los nevados y lagunas de la cordillera de Ticlio, luego se pasa por Tarma, denominada la “Perla de los Andes”, y se cruzan campos de flores para, finalmente, vencer las últimas estribaciones de la cordillera y descender decididamente al llamado Valle de Chanchamayo. Alegres y tropicales, los poblados de San Ramón y La Merced, brindan una llegada inconfundible al Valle de Chanchamayo: los cerros abruptos y encañonados dan paso a onduladas y amables colinas donde crecen naranjales y cafetales. Para buscar lugares exóticos no hay que alejarse mucho de los centros poblados. La hermosa catarata de Tirol, por ejemplo, se encuentra a sólo 3 kilómetros de San Ramón. Para arribar a Pampa Hermosa si hay que recorrer, también desde San Ramón, 24
Kilómetros por una trocha carrozable, los Gallitos de la Rocas se observan
Siempre, sin embargo hay que tener suerte para ver un oso de anteojos o un venado. La Merced, a tiro de piedra de San Ramón, es más comercial y buen punto de partida para conocer el Jardín Botánico El Perezoso o para internarse, luego de cruzar un encantador puente, a Quimiri y sus chacras rebosantes de frutas frescas a precios de oferta.
A 72 kilómetros de La Merced, la villa de Oxapamapa es famosa por sus casas de madera de estilo europeo. Además es el punto de partida para visitar Pozuzo y el Parque Nacional Yanachaga Chemillén, un paraíso de orquídeas y mariposas.
“Descubra todas las ciudades que hay en Lima, donde convergen los rostros, las culturas, las fiestas y los sabores del Perú.”
Lima es una ciudad en la que la comida es una religión, y sus templos, divertidos restaurantes de comida del mar, de la Amazonía, de los Andes y de fusión con otras comidas del mundo.
Lima es una ciudad divertida, antigua, hospitalaria y gourmet. Fue la joya más preciada de las colonias de España, y durante trescientos años la ciudad más rica de América. A falta de palacios para sus reyes, florecieron en ella iglesias que guardan valiosas colecciones de arte y mansiones para los nobles. Declarado en 1991, por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad, el centro histórico de Lima puede ser, más allá de los títulos, un lugar muy estimulante. Lima es además una ciudad de museos fastuosos que guardan el oro y la plata de las fascinantes culturas prehispánicas. De otro lado, en Miraflores, a orillas del Pacífico, de cara al mar y la modernidad, se levantan edificios lustrosos y vanguardistas, e impecables centros comerciales, como también sucede en San Isidro, con bellos barrios residenciales, grandes parques arbolados, y gente conversando animadamente en restaurantes y cafés al aire libre. Los alrededores de Lima son excepcionales. Hay expediciones que parten del Callao para observar los lobos marinos y fauna alada que alborotan las islas Palomino, mientras que otros grupos más audaces salen a divisar ballenas en el zócalo continental. Hacia el sur se erige Pachacámac, hermoso santuario prehispánico que fuera el lugar de peregrinaje más importante del antiguo Perú. Y al norte de la capital se estira Caral, la ciudad más antigua de América, construida hace 5 mil años.
“Ascienda a las cumbres de los Andes peruanos en Áncash. Huaraz y la grandeza de sus pueblos: los de ayer y los de hoy.”
Huaraz es la capital de los deportes de aventura en el Perú. Son numerosas las ofertas de equipos de campamento, en alquiler y venta, y las oficinas que publicitan rutas de caminatas, canotaje, ciclismo y ala delta.
No hay ninguna otra capital de departamento con una vista tan espectacular como la que tiene Huaraz. Mirando hacia el norte asoma lo que parece una inmensa bola de helado: es el Huascarán que empina a su distancia, sus 6,768 metros de altura. Como el Huascarán, una treintena de nevados supera los 6 mil metros de altura en la llamada Cordillera Blanca. A sus pies discurre el Callejón de Huaylas, pintoresco valle interandino, cuyos encantadores pueblecillos están hechos a medida humana: uno los puede recorrer a pie. Y he ahí parte de su encanto. Pero lo que realmente llama la atención al visitante son los nevados, entre ellos el Alpamayo, considerado por algunos como el más bello del mundo. La felicidad es completa con el plateado río Santa corriendo en dirección al Pacífico, y la carretera rodeada de eucaliptos y flores de retama, de intenso amarillo. El Yerupajá (6,634 m.) es el nevado distintivo de la espectacular Cordillera Huayhuash, reconocida por los expertos como una de las cadenas montañosas más hermosas del mundo, atravesando el imponente paisaje de la Cordillera de los Andes, como si se viajara en el tiempo, se llega a Chavín de Huántar, soberbio conjunto de templos pre-hispánicos, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por UNESCO. Sus complejas estructuras, plazas y galerías subterráneas dan evidencia de haber sido un lugar sagrado.